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Baile

El baile y su imprescindible relación con la música

La relación estrecha que mantienen la música y el baile en la milonga conlleva algunas preguntas interesantes. Aquí presentamos no solo esas preguntas sino también sus posibles respuestas.
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Más allá de mezquinas (y cada vez menos frecuentes) rivalidades entre músicos y bailarines, el tango es uno solo como hecho artístico. Música y baile son sus expresiones más poderosas en este momento, sin desmerecer el lugar que ocuparon y probablemente vuelvan a ocupar en el futuro la poesía, el canto y el teatro en sus diversas formas. Pero ¿qué clase de relación mantienen música y baile? Es evidente que una muy estrecha. De hecho es casi imposible o absurdo imaginar baile sin música. Y, si bien a diario la música es posible sin baile, éste lo potencia, genera renovado interés por la primera y resulta la manera más intensa de vivirla. Más concretamente, son coincidentes las voces que asignan al baile buena parte del actual redescubrimiento del tango por parte de muchos jóvenes y no tan jóvenes en todo el mundo.

A través de las siguientes preguntas (que en una práctica casi esquizofrénica el autor de estas líneas se autoresponde) intentamos describir, aunque someramente, esa apasionante relación entre lo que suena y lo que se ve con cuerpos en movimiento.

¿Cómo se interpreta la música al bailar?
Hay formas clásicas de bailar la música que se escucha (tanto en la frecuencia de las pisadas como en el tipo de abrazo) y otras más heterodoxas, pero todas pueden ser valiosas o interesantes. Lo más clásico es pisar en los tiempos fuertes de cada compás, con lo cual “se sigue el ritmo”. Ritmo cuya velocidad no siempre es constante. Por supuesto que siempre hay en la música melodías, armonías y timbres. Todo eso sugiere (o no, según la sensibilidad de cada uno) distintos tipos de movimientos: caminatas, giros, frenos, amagues, sacadas, colgadas, etc. Pero hay gente que elige pisar en los tiempos débiles o contratiempos.

¿Se puede aprender a seguir la música?
Claro que sí. Si bien la capacidad para seguir la música tiene que ver con la sensibilidad de cada uno, hay actitudes que ayudan a desarrollarla. A más escucha, más clases de baile y más práctica, mayores serán las probabilidades de adquirir ciertas habilidades para interpretar la música con el cuerpo. Otras actitudes recomendables son la observación, cambiar de pareja (el consabido swingerismo que tantas satisfacciones reporta) y cierta audacia para probar nuevos movimientos. Es verdad que hay quienes tienen más facilidad, pero todos pueden progresar con un poco de voluntad y paciencia.

¿Qué música es bailable?
Toda la música es bailable, según coinciden especialistas, tanto de la música como del baile. Los ritmos pueden ser más o menos constantes y más o menos evidentes, lo que los hace más o menos difíciles de seguir pero no por eso la música deja de ser bailable.

¿Hay mucha diferencia entre la música de las milongas?

No tanta como sería deseable. Al menos en Buenos Aires, hay media docena de milongas que innovan pasando versiones más actuales de temas clásicos, versiones no muy conocidas de las orquestas de la época dorada o piezas del llamado tango electrónico. Pero el resto no escapa de las versiones más conocidas de las orquestas típicas de los ’30 y ’40.

¿Cómo se organiza esa música?
Por lo general, la música que se emite en las milongas está organizada en tandas, bloques de entre 3 y 6 temas musicales con alguna característica en común, que puede ser la orquesta o el ritmo (tango, milonga o vals). Cada tanda está separada por una cortina, fragmento musical de entre 30 y 60 segundos de duración que sirve para que los bailarines descansen o cambien de pareja.

¿Cuánto influye el DJ?
Mucho. Si bien la mayoría elige dentro de un repertorio relativamente limitado, siempre disponen de la posibilidad de escaparle al libreto y cada tanto sorprenden gratamente. Son ellos quienes eligen cuándo emitir esas orquestas de la época dorada, cómo organizar las tandas, cuánto hacer durar las tandas, de qué ritmo son (tango, milonga o vals).

¿Por qué muchos bailarines prefieren grabaciones en vez de música en vivo?
Según ellos, porque las grabadas son versiones óptimas, insuperables, sin errores ni cambios respecto de la partitura original. Sin embargo, es dable pensar que las prefieren por ser músicas previsibles, sin sorpresas, con las que pueden moverse más seguros. Otros argumentan la variable calidad de sonido de los grupos que tocan in situ, otros que quitan concentración en el baile. Lo cierto es que muchos organizadores de milongas no consiguen amortizar los gastos y el esfuerzo de llevar a músicos en vivo. ¿Por qué? Muchos de esos argumentos probablemente esconden un rechazo a los artistas nuevos y a las novedades en general.

 
Crónica: Carlos Bevilacqua
 
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Sebastian LinardiExtras
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