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22-06-2o08
Agua Pesada, pura energía urbana

El grupo formado el año pasado y arrojado a la composición de todo su repertorio, presentó su primer disco en un show impactante en el CCC, donde ya fue estrenando temas para un próximo disco.
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Decir Agua Pesada ya implica una carga.  Es que, lejos de las imágenes de transparencia o pureza, adjetivar al agua como “pesada” remite mucho más a contaminación, energía nuclear o simplemente, poder.  Empecinados en lograr un tango que se reencuentre con una vivencia urbana mucho más cercana  a la violencia que a la parsimonia de los patios con malvones,  este grupo nacido en el 2007 marcó la cancha desde su mismo nombre.  Y desde ahí desarrolló todo su concepto. Musicalmente, permitiendo algún atisbo tradicional entreverado con una alta dosis de cierto estilo tanguero nuevo, mucho más cercano a un huracán lleno de smog.  Y a nivel de las letras, abordando historias urbanas de esas que cualquiera puede conocer por topárselas en la vida, aunque no se conozca la tradición letrística del género “tango”.  Y, solo por si hace falta aclararlo, solamente con composiciones propias.

En plena etapa de presentación de su primer disco (“Agua Pesada”, editado este año), el grupo brindó un show demoledor en el Centro Cultural de la Cooperación en una vorágine tal que  lo llevó a estrenar temas nuevos que aparecerán en un futuro disco.

Integrado por   Andrés Magula en violín,  Rafael Delgado en Violoncello,  Pablo Ciliberto  y Pedro Kiszkurno en bandoneones, Oscar Pittana en contrabajo, Gabriela Bernasconi en piano y Daniel Fabiano en voz,  arrancaron en plan violento con “La pastilla de Cianuro” (O.Pittana), verdadero relato instrumental que alterna vertiginosas disonancias histéricas con intermedios  tensamente calmos a cargo de las cuerdas primero y los fueyes después.  Un verdadero botón de muestra de un concepto musical propio, que es plasmado en otros temas como el más trabado “Corchazo” (G. Bernasconi),  el piazzolliano “Dedos” (P. Ciliberto) hecho casi a medida para el lucimiento del fueye o el híper violento “Ojitos de Chancho” (P. Kiszkurno) donde la vorágine de los fraseos se mezcla con atisbos de arrastres más tradicionales.

Pero como para oxigenar tanta tensión, también cuentan con composiciones más clásicas cercanas al tango de salón, como  el instrumental “Naufragos” (O. Pittana) que de un comienzo tranquilo se va volviendo más marcado con un segmento dramático a cargo de los bandoneones o “Campeón” (P. Ciliberto), tema  donde destella un emotivo solo del cello de Delgado. Como una suerte de mixtura entre ambos estilos, fue uno de los estrenos de la noche, “Avellaneda Tango” (O. Pittana) quien le hizo al tango las veces de puente a través del tiempo.

Todo en medio de ejecuciones impecables, donde el necesario apego a la partitura de una composición compleja, no logró encorsetar  los desbordes emocionales del momento irrepetible.

Pero hay una pata del proceso  compositivo que todavía al tango de reciente factura le es especialmente esquiva: las letras. Porque si bien musicalmente ya son varias las apuestas artísticas que desde la música logran hacer sentir cierta concordancia espacio-temporal entre el tango nuevo y  la ciudad (que según cierta épica debería ser reflejada en él),  desde lo letrístico tal pretendida concordancia viene costando mucho más.

Y es justamente en este terreno donde Agua Pesada saltó de cabeza hacia una verdadera apuesta, abordando primero aquel tópico reflexivo del género  en que el tango se piensa a sí mismo, como “La Noche” (O. Pittana), en una eterna pregunta sobre su identidad.

También hubo interrogantes sobre la alienación de una vida gris y rutinaria como en “Olor a tinta” (G. Bernasconi – D. Fabiano) o postales urbanas como “Penúltimo tren a Once”  de Oscar Pittana (“La humareda del tren, ya se aleja sin ver, a los que cuelgan del pasamano”).

Verdadero guiño generacional, fue el increíble y crudo “Pinche Caín” (P. Ciliberto)  de reminiscencias ricoteras que,  más allá de la temática, se acentuaron tanto en el decir de la letra como en cierta entonación del cantor Daniel Fabiano.

En la misma sintonía estuvo otro de los estrenos de la noche, “Chica global” (O. Pittana), la historia particular de una chica de barrio, abordada con una poesía e interpretación  que también  orillaron en el vaho ricotero sin tener que retirarse del tango. 

Después de experimentar un show tan intenso con semejante andanada de composiciones propias, quedó claro que la apuesta de Agua Pesada es grande. Lo es por animarse a crear su música.  Lo es también por animarse a escribir poesía tanguera, que no es poca cosa.  Pero mucho más lo es por poner en la parrilla a toda su creación jugándosela dentro de una apuesta mayor: reconectar a ese género llamado tango con las veredas que caminamos todos. Y ellos, haciendo tango,  las están caminando; que no quepa ninguna duda.

 
Crónica: Sebastián Linardi
 
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